Era la mañana del 28 de octubre en Guadalajara, México. A la hora habitual de su despertar estaba profundamente dormido, dormido en los brazos del Padre. Ningún rictus de dolor, nada manifestaba alguna agitación, miramos emocionados el rostro tan conocido y querido del padre Ignacio. Una paz eterna lo envolvía y su serena expresión ya nos indicaba su descanso en la Patria que siempre, siempre añoró.
Hoy nos reunimos para acompañarle en su viaje junto al Padre. Sentimos que en el cielo hay cantos de alegría porque ha llegado un hombre que dio la vida por los demás a ejemplo de su amado Jesucristo y está viviendo en plenitud el descanso eterno.
Pero su vida terrenal no fue de descanso, por el contrario, viajero infatigable siendo testigo del Dios Amor, recorriendo continentes para llevar la Buena Nueva a la humanidad. Su temprana y marcante experiencia divina lo acompañó hasta el último de sus días. Ejemplo para cada uno de nosotros que vimos en él a un hombre seducido por Jesucristo, y envuelto en la ternura del amor de Dios.
Sus fuertes tendencias introspectivas y contemplativas que comenzó a cultivar y alimentar desde su juventud, le advenían por herencia paterna. Su padre, un recio y venerable patriarca vasco, hablaba de Jesucristo con una contenida ternura y se extasiaba ante el esplendor de la naturaleza, exclamando en su expresiva lengua vasca: ¡”Ze ederra” , ¡Que hermoso!
No en vano al llegar a Chile en 1959 y descubrir la Cordillera de los Andes se enamoraría a primera vista de ella, y saldría todos los fines de semana a refugiarse en la pre cordillera tomando el camino a Farellones. En aquel tiempo cuando nacían los Talleres en Santiago de Chile con su ejemplo nos hizo despertar ese potencial o esa fuerza avasalladora del anhelo latente en el espíritu humano que borra la rutina, el formulismo o el activismo, llevándonos por los caminos de la oración.
En los dos últimos años no pudimos persuadirlo que se quedara en casa trabajando tranquilo en los documentos finales y oficiales de la Refundación de los Talleres de Oración y Vida, no lo logramos. Subíamos y bajábamos de los aviones en forma continua. Como trabajador incansable, y probablemente, presintiendo que su fin estaba cerca, en medio de estas Semanas nos invitaba a encerrarnos para trabajar días y días en los documentos y lo logramos. Nosotros, Coordinación Internacional, terminábamos cansados, él no.
Insistía una y otra vez: tengo que estar junto al pueblo de los Guías en esta etapa fundamental de los Talleres, para que entiendan que la noticia que llevan al mundo se fundamenta en una oración íntima, personal, de la mano con Jesús y así alcanzaremos una conversión permanente, que todo lo demás son solo palabras. Nos repetía, solo con esto que hagamos por Jesucristo bastaría para que el mundo cambiara. A final de mi vida estoy convencido que solo la oración cara a cara, nos prepara a la fidelidad en el Evangelio y nos permite avanzar hacia la cristificación.
Su fortaleza interior era admirable. Hombre resuelto, como se definía a si mismo, entraba donde se le abrían puertas. Fundó los Talleres de Oración y Vida, que se imparten en 43 países. Y que cuenta con 17000 mil Guías en los 5 continentes.
Nos ha dejado además, un legado espiritual vastísimo en sus 16 libros, y uno póstumo que tendremos más adelante. A lo que sumamos Conferencias, Retiros, Encuentros de Experiencia de Dios, grabaciones en audio o DVD sobre diversos temas.
Su gran amigo y compañero, padre Camilo Luquin escribía en el año 1985:
“ Ignacio, capuchino vasco residente en Chile desde 1959, ahora en la plenitud de su edad de hombre, 56 años, pertenecía a aquellos grupos de jóvenes insomnes e “idealistas”, y por lo mismo, inclinados a soñar despiertos, que alimentaban utopías en lo secreto de su conciencia, tímidamente insinuadas, a veces, a través de la poesía.
Como si presintiera su destino, es decir, su futura misión profética, recién ordenado sacerdote Ignacio escribió en 1954:
Late la luz en los ojos apagados,
Retornan voces nuevas de todos los confines,
Brotan corazones palpitantes desde el fondo del mar,
Y suben poderosamente hacia el cielo los brazos resucitados.”
Y efectivamente muchos ojos apagados se iluminarían y muchos brazos yertos adquirirían un nuevo vigor por la gracia de Dios y la mediación del sacerdote Ignacio Larrañaga. Nosotros, Guías de Talleres de Oración y Vida somos testigos de innumerables testimonios que dan fe de ello.
El, no lo podía saber entonces, estaba recién ordenado, siendo tímido e introvertido, con aire de estar siempre asustado, sin pretensiones intelectuales, que podría algún día congregar a multitudes para escucharlo, quedando cautivadas.
En todos lo vuelos que lo acompañé, siempre iba con su Biblia abierta en los Salmos. No sabía de descanso o vacaciones, tenía urgencia de comunicar al mundo que Dios es Amor, que nos quiere incondicionalmente, quería que el mundo sufriera menos o fuera un poco más feliz. Nos enseñaba a repartir vasos de alegría por donde camináramos.
Lo conocí en el año 1984, cuando se iniciaron en Santiago de Chile los Talleres de Oración, me impactó su imponente figura, su seriedad, su hablar pausado y profundo. Me impresionaba el fervor y entusiasmo cuando hablaba de Jesucristo, su inclinación a la soledad y el silencio, indicando siempre que quién quisiera tomar en serio a Dios solo lo lograría en silencio para luego poder volcarse a las multitudes con convicción.
En los Talleres dispuso un camino completo de evangelización en 15 semanas para ayudarnos al descubrir el amor gratuito e incondicional de Dios para con nosotros, como peregrinos de la fe y de esta manera poder abandonarnos en las manos del Padre con infinita confianza, recuperando de esta manera el encanto de la vida través de una reconciliación integral. Y poder alcanzar un encuentro íntimo, profundo, en silencio en la Presencia. Y todo simultáneamente con el retorno a la vorágine de la vida teniendo siempre presente la figura deslumbrante de Cristo Jesús.
Hoy no está físicamente con nosotros, pero las palabras de despedida que nos repetía, SIEMPRE PRESENTES, resonarán en los corazones de los Guías del mundo entero porque hoy mismo tomamos el bastón de la posta. No estamos solos hermanos Guías.
Tenemos su intercesión y nada nos impedirá que ahora lo hagamos mejor que ayer. Pues sentimos que le debemos tanto, por lo mucho que se entregó a nosotros. Y ya está demostrado. En México, en la Semana de Culminación de Guadalajara, los Guías siguieron la Semana con sentimientos encontrados pero hicieron lo que a él le gustaría: la semana siguió adelante y terminó como todas las otras. Y las dos Semanas que restan continuarán igual. Ya está comenzando hoy en Cuba la semana nº 61 y el próximo viernes viajamos a Puerto Rico, que cerrará la programación que hicimos juntos. Nuevas fuerzas han renacido en nosotros y seguiremos con nuestro compromiso de Guías activos.
Padre Ignacio, queremos hacer nuestras las palabras de Francisco al morir, y que nos repetías a diario en la Refundación de los Talleres: comencemos otra vez a servir al Señor, porque poco o nada hemos hecho hasta ahora.
Así lo haremos querido padre Ignacio, no te defraudaremos, estás más vivo hoy que ayer en nosotros los Guías del mundo. Tu legado será la luz que guiará nuestros pasos hacia un mundo mejor y podremos cantar el aleluya cuando estemos juntos en la Patria eterna.
¿Tener miedo? ¡de nada!
¿Tristeza? ¡de nada!
Estás con nosotros….
Santiago de Chile, 3 de noviembre 2013.