A todos ustedes les deseo una Feliz Navidad
Estamos con expectación y esperanza porque Jesús va a nacer otra vez.
En tiempos pasados, en los reinos de Europa cuando nacía una princesa o un príncipe, se echaban a vuelo las campanas, sonaban las músicas y se organizaban fiestas a lo largo y ancho del reino.
Ahora nos va a nacer el Rey de los reyes y Señor de los señores ¿Cuáles serán las campanas, las músicas y las fiestas que acompañarán o rodearán al Niño que va a nacer?
Los distintivos y signos que acompañarán a Jesús que va a nacer son: noche, silencio, establo, pesebre. Un burrito, el más humilde y servicial de los animalitos y unos pastores que ocupaban el último lugar en el escalafón social de aquel tiempo.
Si nosotros preguntamos a las gentes: ¿qué palabra sintetizará estas señales de Belén? Nos responderán al instante: ¡el amor!
Muchas veces en mi vida he preguntado a grupos de creyentes: ¿me pueden ayudar a buscar una palabra que englobe todos los contenidos existenciales del Evangelio del Señor Jesucristo? Y al instante, y unánimemente, me responden: ¡el Amor!
Un evangelio donde Jesús llegó a experimentar que Dios no es, ante todo, temor, sino amor, no es primordialmente justicia, sino misericordia; ni siquiera es, ante todo, Majestad, Excelencia, Santidad, sino perdón, cuidado, proximidad, ternura, solicitud…, hay que nombrarlo, pues, de otra manera: en adelante, no se llamará Javhé, sino Padre, porque tiene lo que tiene y hace un papá ideal de este mundo: siempre está cerca comprende, perdona, se preocupa, protege, estimula. Después de experimentar lo que Jesús experimentó, no cabía llamarlo más que con ese nombre que encierra lo que hay de más digno de amor en este mundo: Padre. Y así se alteraba también de alguna manera, el primer mandamiento, que, en adelante, no consistirá en amar a Dios, sino en dejarse amar por Dios, ya que los amados aman, sólo los amados aman, y los amados no pueden dejar de amar.
Sin embargo, esta palabra, la más bonita del diccionario, y la que más se pronuncia en el lenguaje humano, es también la más equivoca; porque gran parte de las veces que parece que amamos, en realidad nos amamos. Porque el ego perturba el corazón metiendo miedo, temores, ansiedades, divisiones, ambiciones, metiendo detrás de la palabra Amor otros muchos intereses que envenenan las relaciones humanas, de tal manera muchas veces con la palabra Amor, nos buscamos a nosotros mismos.
No nos sirve, pues, esta palabra.
De nuevo nos preguntamos: ¿cuál sería la palabra que sintetizará aquellas señales que encontramos en el Nacimiento de Jesús: noche, silencio, establo, pesebre…? La palabra HUMILDAD. Pero esta palabra está fuera de circulación en nuestra sociedad.
A veces quedo desconcertado de que Dios Padre Todopoderoso haya organizado el nacimiento de su único Hijo con tantos elementos de humildad que casi parecen humillación. Los chilenos usan esta expresión: “se pasó”- Sí: Dios parece que se pasó al poner en el nacimiento de su Hijo tanto silencio, oscuridad, un desaparecer radical, pobreza extrema…
¿Qué dijo la Madre? “Hizo en mi maravillas… porque miró la humildad de su Sierva”. María, buscando la identidad de su persona no echó mano de otros títulos mobiliarios como Inmaculada, Madre de Dios… simplemente se identificó y se presentó como una humilde sierva.
¿Qué dijo Jesús? Dijo: “Aprendan de mi, que soy”… ¿qué soy? “Manso y humilde de corazón”. Como su Madre, se define o se identifica; no como Hijo de Dios y Redentor del mundo, etc. sino como un manso y humilde servidor de los hermanos.
Sólo los humildes aman, porque de otra manera nos amamos camufladamente a nosotros mismos.
Sólo los humildes son felices porque de otra manera los miedos, las rivalidades, las ambiciones, “hijos del EGO”, nos roban la Paz.
Sólo los humildes no tienen complejos de culpa ni mendigan autocompasión.
El Humilde no se perturba ni se encoleriza.
El Humilde respeta todo, venera todo.
Los humildes navegan permanentemente en una Paz inalterable. Por eso son felices.
Mis hermanos, reciban a este Jesús que de nuevo nace, con un corazón humilde lleno de Paz.
Para terminar yo también gritaré como aquellos primeros cristianos cuando eran empujados entre las fieras:
Maran Atha
¡VEN SEÑOR JESÚS!
AMÉN
Ignacio Larrañaga