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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

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Relativizar: resorte de oro

Si cuando estás angustiado y dominado por la impresión de que en el mundo no hay otra cosa que tu disgusto, si en estos momentos pensaras un poco en la relatividad de todas las cosas, ¡qué vaso de alivio para tu corazón!

Abres el periódico una mañana y quedas abrumado por las cosas que han sucedido en tu propia ciudad o en otros lugares del mundo. Lo abres el día siguiente y de nuevo te sientes estremecido por una serie de noticias sobre asesinatos y secuestros. Las noticias del día anterior ya no te impactan ni existen para ti. Al tercer día, la prensa te cuenta de nuevos horrores, que vuelven a impactarte profundamente. Las noticias de los dos días anteriores ya se esfumaron. Nadie se acuerda de ellas. Y así día tras día. Todo fluye, como las aguas de un río, que pasa y no vuelven.

En síntesis, aquí no queda nada, porque todo pasa. Absolutizamos los acontecimientos de cada día, de cada instante; pero comprobamos una y otra vez que todo es tan relativo… ¿Qué sentido tiene sufrir hoy por algo que mañana ya no será? La gente sufre a causa de su miopía, o mejor aún, porque están dormidos.

Aplica esta reflexión a tu vida familiar y verás que aquella terrible emergencia familiar del mes pasado ya pertenece a la historia y el susto que hoy te domina, un mes después sólo será un recuerdo.

Sentado frente al televisor, vibras o te deprimes por los avatares políticos, los torneos atléticos, las marcas olímpicas, los nuevos campeones nacionales, mientras tus estados de ánimo suben y bajan como si en cada momento se jugara tu destino eterno. Pero no hay tal: todo es tan efímero como el rocío de la mañana. Nada permanece, todo pasa. ¿Para qué angustiarse?

Todo es inconsistente como una caña de bambú, tornadizo como la rosa de los vientos, pasajero como las aves, (no traducido) como las nubes. ¡Relativizar! He ahí el secreto: reducirlo todo a su dimensión objetiva.

En la historia, todo aparece, resplandece y desaparece. Nace y muere, viene y se va. Hay que tomar conciencia de la relatividad de los disgustos, y ahorrar energías para tomar vuelo y elevarse por encima de las emergencias atemorizantes, e instalarse en el fondo inmutable de la presencia de sí, del autocontrol y de la serenidad, y desde esta posición, balancear el peso doloroso de la existencia, la amenaza de la muerte, los impactos que le viene al hombre desde lejos o desde cerca.

Para que el hombre pueda disponer de la pasión y la paz necesarias para levantar un mundo de amor, sus entrañas deben estar libres de tensiones y bañadas de serenidad.

Siempre que tú te sorprendas a ti mismo dominado por un acontecimiento que se va transformando en angustia, detente y pon en funcionamiento este resorte de oro: relativizar.

Basado en el libro “Del Sufrimiento a la Paz” de P. Ignacio Larrañaga.