En el corazón de Cafasa, rodeados por la serenidad de la naturaleza y el calor humano de los hermanos, se vivió una experiencia profundamente transformadora: la convivencia fraterna entre guías cuya temática fue las “emociones”, un viaje interior que permitió reconocer, abrazar y sanar lo más profundo del alma.
Desde el primer momento, se respiró un ambiente de acogida y comunión. Los guías, con dedicación y ternura, prepararon actividades que tocaron el alma, despertando en cada corazón el deseo de vivir con mayor profundidad la llamada a la misión.
Juegos, dinámicas, momentos de reflexión y oración se entrelazaron como hilos de oro en una tela tejida por el Espíritu.
La organización fue impecable, pero más allá de la logística, lo que realmente brilló fue la presencia viva del Señor. Cada gesto, cada palabra, cada silencio compartido fue un regalo divino que nos recordó que la vida es misión, y la misión es amor.
Inspirados por el carisma franciscano y el legado espiritual de Padre Ignacio Larrañaga, esta convivencia fraterna fue un verdadero taller de vida interior. Se vivió la oración como diálogo íntimo con Dios, y la fraternidad como reflejo del Reino en medio de nosotros.
Las emociones, lejos de ser obstáculos, se convirtieron en puentes hacia la sanación, la empatía y el encuentro con el otro.
Al concluir, no quedaban dudas: Cafasa fue tierra santa por unos días, y cada participante regresó a su comunidad con el corazón encendido, dispuesto a ser luz en medio del mundo.