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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

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Padre Ignacio Larrañaga

EXPERIMENTA EL AMOR DE DIOS

Asumir el fracaso

“Bienaventurados los que, en medio de la oscuridad, creyeron en la luz”
Cuando todo se desmorona en nuestros proyectos humanos, en nuestros apoyos terrestres; cuando de nuestros más bellos sueños sólo nos queda la desilusión; cuando nuestros mejores esfuerzos y nuestra más firme voluntad no alcanzan el objetivo propuesto; cuando la sinceridad y el ardor del amor nada consiguen; y el fracaso está ahí, desolador y cruel, frustrando nuestras más bellas esperanzas, Tú permaneces, Señor, indestructible y fuerte, nuestro amigo que todo lo puede.
Tus designios permanecen intactos, nada puede impedir que tu voluntad se cumpla. Tus sueños son más bellos que los nuestros y Tú los realizas.
Conviertes los fracasos en un triunfo mayor, nunca eres vencido.
Tú que de la pura nada haces surgir el ser y la vida, tomas nuestra impotencia en tus manos creadoras, con infinito amor, y la haces producir un fruto, obra tuya, mejor que todos nuestros deseos.
En Ti, nuestra esperanza se salva del desastre, cumplida en plenitud. Amén
(Señor de la Victoria E-14)

Querido amigo, siempre existe el peligro de que cuando estamos confesando a Jesucristo como Dios, estemos recortando, disminuyendo o anulando lo humano de Jesús. Ser hombre significa libertad, crecimiento evolutivo, incertidumbre, miedo, angustia, desaliento, fracaso, llanto, dudar, no ver con claridad, corregir rumbos sobre la marcha, buscar la voluntad de Dios en las situaciones imprevisibles, asustarse, altibajos en los estados de ánimo…y según los evangelios, éstas y semejantes situaciones humanas las vivió Jesús amplia e intensamente.
Jesús se las tuvo que ver en todas las circunstancias en que cualquiera de nosotros puede encontrarse: entre chismes, incomprensiones, envidias, mezquindades, persecuciones, traiciones… Fue la suya una experiencia humana densa y variada. Sin excluir ninguno de los lados amargos. Por eso es Maestro en el misterio general del dolor y tiene autoridad moral para dirigirse a todos los atribulados de todos los tiempos, en cualquier circunstancia, diciéndoles: “Venid a mí todos los que os sentís fracasados…” ¿Qué sentía Jesús cuando dijo?
“Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! (Luc. 13,34)
¿O también?
“Al acercarse y ver la ciudad, Jesús lloró por ella, diciendo: ‘¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.” (Luc.19,41)
¿Cómo superaba, Jesús, todas las situaciones por las que tuvo que pasar? Pues con la oración personal. Así es como pudo llegar tan lejos en su paciencia, mansedumbre y aguante; porque cada día salía fortalecido de su oración, al combate de la vida.
Querido amigo, ahora imagina a Jesús recogido en oración y, al igual que Él hacía, recógete tú también, y siente que Él vive en ti, ora y actúa en ti como Paráclito.
El Paráclito es el Espíritu Santo que habita en nosotros, a partir de Pentecostés; y es el que nos regala, entre muchos otros dones, su precioso don de la paz. Pero esa paz hay que pedirla y buscarla cada día, pues constantemente surgen situaciones que nos van a perturbar. Así pues, ora, en este momento, así:
Espíritu Santo, fuente de paz y consuelo, hoy vengo a ti con el corazón agitado. Hay palabras que me duelen, temores que me inquietan, deseos no cumplidos que me quitan la serenidad. Pero sé que tu paz puede sanar todo eso.
Ven Espíritu Santo de amor y envuélveme con tu caricia suave. Toma cada preocupación, cada enojo, cada tristeza y arrástralos como gotas que se hunden en un río de serenidad. Déjame sentir ese dulce vacío que deja el alma cuando ya no lucha, cuando sólo confía…
Llena ese espacio con tu fuego santo, con tu fuerza, con tu vida… Que tu presencia me devuelva la paz que perdí, y me ayude a mantenerla cada día, sabiendo que Tú siempre estás conmigo, obrando en silencio dentro de mi corazón. Amén
Querido amigo, después de estos momentos en los que has soltado todo lo que te oprime y con la certeza de que el Espíritu Santo ha barrido todas las preocupaciones e inquietudes, observa con serenidad tu corazón tranquilo, lleno de confianza… Quédate así observándote, siendo consciente de tu paz y serenidad… Uno o dos minutos…
Y antes de retorno a tu vida, con una actitud positiva, di despacio la siguiente oración:
Si yo cambiara mi manera de pensar hacia otros, me sentiría más sereno.
Si yo cambiara mi manera de actuar con los demás, les haría felices.
Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos.
Si yo me aceptara tal cual soy, quitándome mis defectos, ¡cuánto mejoraría mi hogar y mi ambiente…!
Si yo comprendiera plenamente mis errores, sería humilde.
Si yo deseara siempre el bienestar de los demás, sería feliz.
Si yo encontrara lo positivo en todos, la vida sería digna de ser vivida.
Si yo amara al mundo, lo cambiaría.
Si yo me diera cuenta que, al lastimar, el primer lastimado sería yo…
Si yo criticara menos y amara más…
Si yo cambiara… cambiaría el mundo.
“Mi gozo está en que se cumpla tu voluntad” (Canto S-13)