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Miles de personas en el mundo han recuperado la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

Miles de personas en el mundo han recuperado
la alegría y el encanto de la vida.

Talleres de Oración y Vida

Padre Ignacio Larrañaga

EXPERIMENTA EL AMOR DE DIOS

REDIMIR CON CRISTO

Te suplico, Señor, que pueda yo despertar un día y oír el canto de los hombres que descubrieron el amor. El día en que ya olvidaron el odio, las guerras, las razas, el color.
Espero ver algún día el nuevo mundo que vuelve a encontrar su fe en Ti. Porque el vacío que el mundo siente sólo Tú puedes llenarlo
También yo te busco ¿Dónde estás? ¿Dónde, dónde estás?
Cuando la noche baja al mundo, yo me dirijo a Ti.
Pero las estrellas no responden a mis porqués.
Yo sé que Tú estás en mi hermano.
Sé que es tuya la voz de mis hermanos.
Sé que Tú tienes todos los colores de piel.
Sé que hablas todos los idiomas del mundo.
Sé que estás en todos los pueblos.
Sé que tu nombre no tiene límites en el tiempo y en el espacio.
Te busqué y ahora sé dónde, dónde estás. Amén.
E-54 – ¿Dónde estás?

Querido amigo hoy trataremos un tema difícil, como es el sentido del dolor, cuando llega el sufrimiento. Es uno de los obstáculos mayores a los que el hombre ha de enfrentarse antes o después. El dolor forma parte de la vida misma. Es algo real. El sufrimiento es consecuencia del dolor.

Tanto si en estos momentos estás padeciéndolo o no, la solución no es la huida o el rechazo. Sino mirar a Jesucristo en la cruz. Él mismo antes de que sucediera su crucifixión, se lo anunció a sus discípulos; les dijo y nos dice también a nosotros:
“Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna” (Juan 3,14-15)
Hoy te propongo mirar el dolor de Cristo, también tu propio dolor y el dolor de la humanidad; incluso, hasta el mismo dolor de la naturaleza que aguarda con dolores de parto, la liberación de los hijos de Dios; pues todo está misteriosamente intercomunicado, en una misma realidad.
Mirar el dolor sin huir, sin rechazarlo, sino acogiéndolo, abrazándolo con mansedumbre, cuando es inevitable, equivale a una fórmula mágica:
Dolor con amor = Paz y Libertad
Ahora te invito a mira a Jesús crucificado ¿Qué hizo Jesús en los momentos del paroxismo del dolor y la soledad? Oraba al Padre. Concretamente con el Salmo 31. Una oración de súplica que va del dolor y la angustia, a la salida y liberación.
A Ti, Señor, me acojo, no quede yo defraudado; Tú que eres el Dios justo, ponme a salvo. Ven a prisa a librarme….
… Sácame de la red que me han tendido, porque Tú eres mi amparo…
Jesús no pierde de vista su situación, toma conciencia de que está metido en una cárcel que es él mismo y su propio dolor; pero en lugar de mirarse a sí mismo y rumiar su derrota, toma la decisión de “salir”, y entonces… ¡Oh prodigio! ¡Se libera! Así pues, éstos son los dos verbos claves para la liberación: “despertar” y “salir”
¿Pero de qué se libera? Pues de sí mismo y ¿hacia dónde sale? Hacia un Tú, hacia Dios; pero también hacia los demás, vistos como “mi prójimo”. Jesús en aquellos momentos, no se ocupa de sí mismo, sino de consolar a las mujeres que lloran, del ladrón que le pide estar con Él, de entregar a su madre a Juan… ¡Siempre que hay salida de sí mismo, hay liberación!
Por eso amigo, el mirar y abrazar la cruz, es para liberación y salvación. Como sigue diciendo el Salmo 31,6
“Tú, el Dios leal, me librarás”
Pero todo esto ocurrirá con la condición de que des el salto al vacío: la absoluta confianza en Dios, que es la verdadera liberación. Esto es categórico y esencial. Así pues, Jesús puso en manos del Padre toda su vida, en un acto de adoración, como vemos en el versículo 15, del mismo Salmo 31 y se liberó totalmente, diciendo:
“Pero yo confío en Ti, Señor, y te digo: ¡Tú eres mi Dios!”
Y, en seguida, cita finalmente el versículo 6:
“En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Querido amigo, te propongo, en este momento, que mirando la Cruz de Cristo, hagas un acto de fe y abandono en las manos del Padre Dios, como salida y liberación; y también para que lo tengas en cuenta en aquellos momentos difíciles de tu vida, y puedas recurrir nuevamente a ello.
Confío en Ti, Señor y sé que:
Estás conmigo todos los días hasta el fin del mundo
Estás conmigo Omnipotencia divina en mí fragilidad
Estás conmigo amor infinito que me acompañas en todos mis pasos
Estás conmigo protección soberana y garantía de éxito en las tentaciones
Estás conmigo energía que sostiene mi vacilante generosidad
Estás conmigo en las luchas y fracasos, en las dificultades y pruebas
Estás conmigo en las decepciones y ansiedades para devolverme el coraje
Estás conmigo en la tristeza para comunicarme tu alegría
Estás conmigo en la soledad como compañero que nunca falla
Estás conmigo siempre, para guiarme y sostenerme
Estás conmigo en el camino de la sabiduría y de la eternidad. Amén
Por eso, me abandono y me entrego a Ti, Señor… y
• Acepto con paz… aquello que mi esfuerzo no puede alcanzar
• Acepto con paz… el hecho de no ser aceptado por todos
• Acepto con paz… el hecho de querer ser humilde y no poder
• Acepto con paz… el hecho de querer tanto y poder tan poco
• Acepto con paz… que los ideales sean tan altos y las realidades tan pequeñas
• Acepto con paz… el hecho de que los resultados sean más pequeños que mis esfuerzos
• Acepto con paz… la ley de la mediocridad, del fracaso, la ley del avance de la vida, la ley de la ancianidad, de la soledad y de la muerte.
• Acepto con paz… la ley de la insignificancia humana; que quiere decir, que después de mi muerte, las cosas seguirán igual, como si nada hubiese sucedido…
• Acepto con paz… la hora de mi muerte
Padre, yo no sé nada. Tú sabes todo. En tus manos me pongo, haz de mí lo que quieras.
De todo lo que hayas permitido o habrás de permitir, desde ahora en adelante, te digo:
Estoy de acuerdo con todo, lo acepto todo. Hágase tu voluntad. Amén

Canto C-56 “Yo no soy nada”