Orar con los salmos
“Los Salmos es el mejor camino para experimentar una oración auténticamente profunda” (San Romualdo de Rávena)
Los Salmos son la flor y el fruto de un largo romance mantenido entre Dios y el hombre. (Ignacio Larrañaga. “Salmos para la vida”)
Querido amigo, te invito a penetrar en ese mundo tan vasto, tan antiguo y también tan actual, que son los salmos; para poder conocerlos mejor y así vivirlos con más profundidad; ya que los salmos recogen, desde muy antiguo, las vivencias y oraciones de muchos hombres, que arrastraron hasta Dios la propia vida humana, con sus preocupaciones, esperanzas y desalientos; rebeldías y sumisiones; imprecaciones y alabanzas… También, se podría decir que fueron la base de la espiritualidad y el fundamento en la oración de Jesús.
Tienes en la Biblia, un rico salterio, de 150 salmos; y la mayor parte de ellos pueden ser una magnífica encrucijada en donde darse cita y encontrarse con Dios.
Por eso, es importante ir adquiriendo un conocimiento de lo que expresan, para que cuando ores con un salmo, sea un surtidor inagotable de vida y lo puedas elegirlo según tu estado de ánimo.
Hay salmos que expresan desdicha y adversidades de todo tipo; incluso protestas e imprecaciones… Hay muchos otros que están llenos de alabanzas, en donde el salmista expresa su gratitud, por los sucesos venturosos de su vida… Hay otros salmos, en donde vemos que el salmista ni pide, ni se queja, ni agradece… simplemente adora… Hay algunos salmos de tal belleza, que la adoración alcanza la altura y pureza más elevadas… Lo importante es escoger el más apropiado para tu estado emocional y poder expresar a Dios tus sentimientos. Por eso necesitas ir conociéndolos y tomar nota de lo que expresan.
¿Cómo orar y vivificar el corazón con los salmos?
Se procede de la siguiente forma: Haz una breve invocación al Espíritu Santo y comienza a hacer una lectura rezada… pausada… trata de entender el significado de las palabras que vas leyendo….
Después hay que dar paso al corazón; esto es, di con toda el alma las palabras más evocadoras… (prescinde de las que no te digan nada) repitiéndolas varias veces… y asumiendo vitalmente las frases que vas diciendo; identificándote con el contenido de las frases. Trata de contagiarte de las mismas vivencias que tenía el salmista cuando escribía ese salmo.
Poco a poco déjate envolver de la presencia de Dios, y mantén un diálogo íntimo, a través de estas frases que vas a ir pronunciando.
Se trata es de vivificar el corazón; hacer de las frases que dices, algo vivo y vital en la relación con Dios. En estos momentos tu mente y tu corazón están en su presencia viva y verdadera.
Esos versículos con los que oras, hazlos tuyos, para que muevan tu corazón a expresar sentimientos y palabras que no salen del intelecto, que no son fruto de la razón; sino de tu auténtico sentir.
¡Así vivificarás el corazón con los Salmos! ¡Así evitarás el mayor enemigo de la oración: la rutina!
Te invito en estos momentos a orar con el Salmo 90 que expresa cómo a pesar de la fragilidad y levedad del hombre, su destino es ser hijo de la Inmensidad.
En este momento haz silencio y recógete en tu propia interioridad…
Deja ahora que el Espíritu de Dios te envuelva con su suave y amoroso soplo y derrame sobre ti sus dones. Haz silencio unos instantes y di:
Espíritu Santo ven a mí. Porque yo sin Ti, no soy nada; yo sin Ti, no puedo nada; yo sin Ti, no valgo nada. Espíritu Santo ven a mí.
Salmo 90 (89)
V.1- Señor, Tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
V.2- Antes que naciesen los montes, o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y para siempre, tú eres Dios.
V.3- Tú reduces a polvo a los hombres, diciendo. Retornad, hijos de Adán.
V.4- Mil años a tus ojos, son como el ayer que ya pasó, como una vigilia nocturna.
V.9- Como un suspiro declinan nuestros años. Pasamos por la vida como un soplo
V.10- Los años de nuestra vida pueden alcanzar a setenta u ochenta si hay vigor; pero la mayor parte son trabajo y vanidad, pues pasan veloces. Pues todo en la vida, está sometido a tres temibles leyes: la ley del desgaste, la ley del olvido y la ley de la muerte.
V.12- Enséñanos a contar nuestros días, para que adquiera sabiduría nuestro corazón. ¿Quién soy ante Ti, Señor? Una sombra que arrastra su propia sombra ¿Y mis días? Hojas de otoño caídas ¿Y mi vida? Una flauta de caña vacía, tan solo llena de aire. ¡Qué son nuestros días a la luz de tu eternidad! Un soplo, un ayer que ya pasó.
Pero a pesar de mi pequeñez y en mi levedad de vida en este mundo, soy tu hijo, y Tú mi Padre eterno. Por eso, en este momento, apelo a Ti y te digo:
V.14- A la mañana, sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
V.15- Devuélvenos en gozo los años en que conocimos la desdicha
Tu misericordia, Señor, nos devuelve la esperanza; es capaz de cambiar el polvo en alegría, los lamentos en júbilo y la muerte misma en fiesta.
La cuestión es sólo una: Que yo me sacie de tu Misericordia
V. 16-19 – Aparezca tu obra ante tus siervos, y tu esplendor sobre tus hijos. La dulzura del Señor sea con nosotros. Confirma Tú la acción de nuestras manos.
Querido amigo, sacia tu vida de Dios, y la vida se transformará en banquete.
Oración Final S-14 “Tú lo eres todo”
Padre, de Ti hago mi comida y mi bebida;
Tú eres mi lecho, en Ti me tiendo.
Tú eres todo lo que soy y todo lo que tomo.
Yo estoy en continua comunicación contigo.
Porque Tú eres el que es y Tú estás aquí y allí y no existe lugar alguno donde Tú no te encuentres. Amén